viernes, 16 de octubre de 2009

LA RELACIÓN DEL HOMBRE CON EL MUNDO (Prof. Emerich Coreth)

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Hombre y mundo

“El individuo no es en su origen un puro yo aislado de todo lo demás, que se complete y experimente a sí mismo en la inmanencia de su propia conciencia. Sólo en el conjunto de un mundo humano común llega el individuo a encontrarse a sí mismo. Sólo en la comunidad de la experiencia humana se forma y desarrolla la propia comprensión. Aquí entra también sin duda el hecho de que cada uno se experimente en su individualidad y singularidad; más aun, en su definitiva e insoslayable soledad, aislado de todos los demás y abocado a sí mismo sabiéndose insustituible en su ser propio y personal, sabiendo el carácter inalienable de su decisión y responsabilidad personales. Pero también esto es una experiencia humana universal que se formula en una afirmación antropológica común. Tal experiencia presupone por sí misma la universalidad de un mundo humano, que nos llega a través de la historia, se nos da en la comunidad y se nos revela en el lenguaje común. Sólo en ese todo surgen la experiencia y comprensión personales del individuo. Y sólo sobre ese fundamento puede preguntarse ¿qué es el hombre?

La respuesta a esta pregunta tiene que arrancar metodológicamente de este fenómeno general; no de un puro yo o de la pura conciencia. Originariamente el hombre no es un puro sujeto sin mundo y sin historia [...] Jamás nos encontramos con una autoconciencia inmanente y cerrada, que empiece por estar en sí misma y que posteriormente se afinque en los demás. Más bien, nos descubrimos a nosotros mismos en lo otro, en una unidad dialéctica de autorrealización y realización mundana, de autocomprensión y comprensión del mundo. Esa totalidad es una posición en movimiento de relación y condicionamiento entre mí y lo que me rodea, entre el hombre y su mundo. […]

El fenómeno fundamental de la autoexperiencia humana es que nos hallamos de antemano en medio de una realidad, en medio de las cosas y de los hombres con que tratamos, que influyen en nosotros y con los que estamos en múltiples relaciones. Nuestra existencia está referida al mundo, tanto al mundo de las cosas y de los objetos como, ante todo y sobre todo, al mundo humano personal. Por lo tanto, nuestra existencia concreta está condicionada y determinada de múltiples formas. Tiene dadas unas posibilidades, pero también está sujeta a ciertas limitaciones.

Esto se aplica a nuestra misma vida corporal biológica, que pertenece a este mundo de cosas, está sometida a leyes físicas y químicas...

Sólo el hombre está abiertamente orientado hacia el entorno humano. De su comunidad surge el individuo y en ella crece de forma humana. Aprende el lenguaje de comunidad, adopta sus costumbres y participa de su espíritu y de su cultura. Todo esto marca de forma decisiva la existencia individual, que está por ende ligada a todo ello y condicionada por ese mundo, y tanto más cuanto mayor es el grado de cultura y civilización. La orientación y relación mutua resultan tanto más estrechas. La vida del individuo se entrelaza con el complejo montaje relacional del acontecer social y cultural del mundo humano histórico. A través de todo esto se configura también aquello que nosotros experimentamos como nuestra vida propia y personal, es decir, nuestra vida íntima, y que designamos como vida espiritual. Esa vida está esencialmente condicionada por nuestro mundo (que nos rodea) […]

Lo que soy, lo que experimento y entiendo como yo mismo, es el resultado de un constante intercambio entre yo y mi mundo. Esto quiere decir, en primer término, que obtenemos de nuestro mundo los contenidos de nuestro conocimiento. Estamos relacionados con el mundo, salimos en cierto modo de nosotros mismos al mundo –o estamos siempre inmersos en él– para incardinarlo en la interioridad de nuestra conciencia. Vivimos en un constante intercambio e interrelación entre el dentro y el fuera. Sólo en la relación con el otro y en la asunción del otro dentro de nosotros mismos; es decir, en la supresión de la alienidad del otro, incorporándolo al contenido de nuestro propio mundo cognoscitivo, logramos la realización y enriquecimiento de nuestro ser personal... Nos realizamos a nosotros mismos en lo otro y desde eso otro alcanzamos y configuramos nuestro propio mundo espiritual. […]

Pero no somos seres únicamente conocedores; nos es esencial asimismo el querer y el actuar con relación al mundo. Con nuestra acción intervenimos en la realidad exterior defendiéndola y conformándola. Nuestros propios pensamientos y planes, nuestros objetivos y decisiones los realizamos y los objetivamos por una acción libre en la obra que realizamos en el mundo. De este modo la interioridad del espíritu se manifiesta en la exterioridad del mundo mediante la obra objetiva, expresión concreta e imagen sensible del espíritu humano. El mundo de las cosas se hace un mundo humano que el hombre configura y monta con una actuación humana dándole un sentido nuevo. La naturaleza se eleva al rango de cultura. Uno de los rasgos esenciales del hombre es que no vive, ni puede vivir, en la inmediatez de una naturaleza dada, sino en la mediación de naturaleza a cultura... y ha de transformar su mundo hasta hacer de él un mundo de cultura. Sólo así podrá convertirse en el espacio vital humano.

Todo lo que pertenece al mundo cultural humano en el sentido más amplio opera a su vez informando al hombre... No solamente configuran las circunstancias externas de los hombres que pertenecen a un determinado marco cultural histórico, sino que influyen en sus formas de pensar, en su ideología y modos de representación, en sus convicciones y valoraciones; con otras palabras, influye en la totalidad de la imagen que hombre tiene de sí mismo en el mundo histórico concreto. […]


El mundo del hombre

No nos referimos aquí al mundo entendido en un sentido cosmológico, como el conjunto de seres […]

Podemos definir el ‘mundo’ como la totalidad de nuestro espacio vital y de nuestro horizonte intelectivo concreto. En este sentido, el mundo... preexiste a cualquier experiencia particular, como un horizonte general previo y condicionante. […]

El elemento determinante que configura nuestro mundo es lo que nosotros denominamos experiencia. El mundo humano es un mundo experimental... En la experiencia nos encontramos a nosotros mismos como seres entre otros seres, en medio de una realidad que nos abraza y supera. Mundo, en el sentido de experiencia humana del mismo, significa por sí la totalidad de una realidad mundana a la que nosotros pertenecemos y que se nos abre... Pero experiencia no significa sólo una percepción sensible, sino que es siempre una penetración espiritual con el pensamiento y la inteligencia […] Pero el mundo de la experiencia es algo más que la suma de impresiones sensibles. Sólo la vivencia conciente, con la comprensión del sentido y del valor, sólo con unos enfoques reflexivos sobre la realidad dada surge la experiencia humana en su totalidad. […]

A nuestra experiencia el mundo se abre como una realidad espacial y temporal... Todo tiene su ‘aquí y ahora’ en el todo que forman el espacio y el tiempo. […]

En el mundo experimental humano la dimensión personal y social adquiere una importancia extraordinaria. Pese a todos los objetivos e intereses materiales, éste es la auténtica atmósfera en la que vivimos realmente como hombres. Sólo a través de la relación personal con otros hombres nos adentramos en una postura y comprensión mundanas; sólo así conseguimos un mundo humano. […]

Estamos metidos en un mundo experimental comunitario, que dilata y enriquece nuestra propia comprensión del mundo mucho más allá de lo que nosotros hayamos podido experimentar directamente y de cuanto jamás pudiéramos experimentar en el futuro... En este acontecer de la formación mundana le corresponde al lenguaje un papel de importancia capital por construir otro fenómeno fundamental de la existencia humana. Nuestro mundo es un mundo transmitido y expuesto por el lenguaje... abriéndonos así un acceso al conocimiento y a la comprensión de la realidad... Las relaciones humanas se realizan principalmente, aunque no sea de forma exclusiva, a través del lenguaje […]

La conducta del hombre

Toda conducta (humana) está fundamentalmente abierta más allá de un determinado entorno... No está irremediablemente vinculada a un entorno delimitado con rigidez... Por encima de su propio marco tiene un mundo abierto de par en par. […]

[…] una ley fundamental de la conducta humana. Esta conducta presupone una toma de distancia... por encima de las cosas del entorno y por encima de la propia naturaleza instintiva. Este distanciamiento original es lo que caracteriza la estructura fundamental de la conducta humana. […]

[…] La existencia humana está mediada por el mundo. Sólo en el conjunto de este mundo experimental espacio-temporal, personal y social, histórico y lingüístico, llega el hombre hasta sí mismo, puede realizarse como hombre. Siempre está mediado por otro para llegar a ser sí mismo. […]

Emerich Coreth, ¿QUÉ ES EL HOMBRE?
Esquema de una antropología filosófica. Herder, Barcelona, 1980.
Selección tomada de las págs. 81 a la 112.
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