jueves, 8 de marzo de 2012

ORIGEN DE LA LÓGICA Y LA FILOSOFÍA

Prof. Pablo H. Bonafina

El nacimiento informal de la Filosofía se produjo cuando la naturaleza humana inteligente se preguntó (movida por el asombro y el encantamiento propio de quien quiere saber y puede buscar, y luego esbozar, una respuesta) por algún qué o cuál, por qué o para qué. Pero su nacimiento formal surgió, en cambio, con los primeros grandes maestros de las primeras respuestas. En efecto, fue con (estas mismas) respuestas que la Filosofía se fue constituyendo en ciencia (y engendradora de nuevas preguntas) hasta convertirse en una de las más antiguas e importantes invenciones del hombre, colaboradora indispensable de su progreso y de la formación de su civilización.


Casi simultáneamente con este gran “descubrimiento”, desde el principio, se ha desarrollado otra disciplina que se conoció con el nombre de Analítica, y que más tarde, al convertirse en ciencia formal, recibió el nombre de Lógica. Fue ésta, en el comienzo, una disciplina propedéutica de aquélla y a aquélla subordinada. En efecto, al principio, la Lógica fue una suerte de introducción pedagógica a la Filosofía. Y es que la Filosofía, que es una ciencia donde se exponen pensamientos y reflexiones sobre distintas cuestiones, necesitó muy pronto de una disciplina que colaborara con ella en la expresión de sus conclusiones y argumentaciones. Y del análisis de los contenidos (pensamientos) filosóficos, llegó la Lógica a acometer un análisis de las mismas estructuras internas del pensamiento en sí. Pues, la Filosofía no sólo es una ciencia que “dice cosas” sino que “intenta decir coherentemente acerca de las cosas”, con ese rigor particular que la caracteriza, pues, ella misma, es una ciencia analítica y deductiva, cuya formalización se dio de la mano de la Lógica.

Aunque muchos autores modernos hayan criticado a la Filosofía en nombre de la Lógica, o viceversa, la historia nos muestra que han ido creciendo juntas. Es cosa sabida que, los lógicos más representativos, hasta la modernidad, han sido filósofos –aunque es verdad que muchos filósofos son muy poco lógicos, y deberían serlo más. Quizás con esto se entienda el proyecto de algunos modernos de apartar a la Lógica de la Filosofía edificando algo así como una Lógica Matemática, más matemática que Lógica. Quien reconoce un valor a la Lógica moderna, automáticamente, separa a la Lógica en sí de la Filosofía y de la Lógica Filosófica, a la que se llama, frente a la nueva, Clásica, por no decir vieja inútil.

La Filosofía no hubiese podido llegar a ser nunca una ciencia, en sentido estricto, si no hubiera contado con el auxilio de la Lógica. Lo que hace diferenciar a un pensamiento filosófico de una opinión, u otro tipo de pensamiento, es el carácter lógico del mismo. La Filosofía es la ciencia que busca las razones y las causas esenciales de todas las cosas, y no hubiese podido llegar nunca a realizar su función si no hubiese tenido a una educadora en sus modales (reflexivos) tan particular y eficiente como ha sido la Analítica.

Por otra parte, muchos se olvidan hoy que la Filosofía fue una de las primeras ciencias empíricas, experimentales. La Lógica, una vez sistematizada, por su parte, ha reflexionado acerca de sí misma, y de las formas concretas en que ella ha ido expresando la realidad a lo largo de la historia, y le ha impuesto sus límites ante consumados o eventuales excesos. Una conclusión fundamental que alcanzó fue que las expresiones de las cosas no se identifican exactamente con las cosas mismas, de ahí que sea necesario, tomar conciencia del límite del lenguaje y de los errores en los que se puede incurrir. Hay dos tipos de errores: de comprensión y de expresión. A los que algún error o ambos cometen, la Lógica les convida sus herramientas para que adecuen mejor sus sentidos, percepciones, entendimiento y palabras a la realidad que investigan y puedan expresarla de modo cada vez más auténtico.

Y la Filosofía, después de un largo observar, incluso de reiteradas equivocaciones suyas, le dice a la Lógica que las explicaciones de las cosas son más bien provisorias que definitivas, y el lenguaje es un elemento esencial de la cultura, y que la cultura es una realidad dinámica que, si bien mantiene con vida en su seno tradiciones y valores, los expresa de muy diversos modos. Y que los modos (lógicos) mismos pueden, y deben, modificarse, aggiornándose, si se modifica su misma materia.

Las palabras, muchas veces, resultan insuficientes, y la Filosofía no se puede permitir llevar una existencia dogmática, y mucho menos la Lógica, que debe evolucionar al compás de la cultura vigente a fin de no aplicar a las nuevas situaciones surgentes esquemas mentales (neurolingüísticos, si se me permite la expresión) que ya no tienen sustento en la praxis cotidiana. Muchas estructuras de pensamiento ya dejaron de existir, y no tiene sentido seguir forjando en las mentes esquemas obsoletos. Por eso, es preciso mantener vivo lo que sobrevivió al crisol de los tiempos, y tomar de ello lo necesario para la formación del propio recipiente del pensamiento, que es la mente, transmitiéndolo a lo que nos siguen en la maravillosa, y siempre novedosa, tarea de reprensar todas las cosas.

La Lógica y la Filosofía se presentan inseparables, y no sería exageración afirmar que una existe por la otra y para la otra. Es un extraordinario círculo de cooperación científico. La Lógica no le permite a la Filosofía que deje de ser una ciencia y se vulgarice. Y la Filosofía le convida a la Lógica la “materia” para que investigue con sus esquemas analíticos. Por eso, una Lógica sin Filosofía, queda como una auxiliar de la Matemática, pero sin fundamento discursivo, incapaz de formular teoremas y principios. Y una Filosofía sin Lógica queda como una fuente (o conjunto) de palabras sin autoridad científica, cuando no sin sentido.-

Prof. Pablo H. Bonafina
Buenos Aires, marzo de 2012.-

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